(Reg. 79) DOCUMENTO. Llegada a Alcañiz de las imágenes del Santo Cristo y de María Santísima de la Soledad. Y construcción de su capilla. Pub. THOMSON LLISTERRI, Teresa, Las Artes..., 1998, pp. 305-317.

1732, noviembre, 20 - ALCAÃ'IZ

José Maldonado, vecino de Alcañiz, requiere a Antonio Benito Arcos, notario, su convecino, para que levante acto público de la llegada a dicha ciudad de las imágenes del Santo Cristo y de María Santísima de la Soledad, y de la construcción de su capilla. Don José Tomás y Fuertes, deán de la iglesia colegial de Alcañiz, costea importantes obras para esta iglesia.

A.H.P.A. (Archivo Histórico de Protocolos de Alcañiz): Antonio Benito Arcos, sign. 314, ff. 256r. - 261v.


/256r./ (Al margen: Acto público del Santo Christo)

Eodem die, ante la presencia de mí, Antonio Benito Arcos, notario del número de dicha ciudad, y de los testigos abajo nombrados, pareció personalmente Joseph Maldonado, vecino de dicha ciudad, el qual dixo y expuso que para que en los tiempos venideros conste y llegue a noticia de todos los vecinos y moradores de dicha ciudad de Alcañiz y devotos de las santas imágenes del Santo Christo y María Santíssima de la Soledad que se veneran en su capilla nueva de la insigne iglesia colegial de dicha ciudad, en el tiempo y cómo vinieron a ella, y lo que pasó durante la obra de dicha capilla, requería y requirió a mí, dicho notario, levantara acto público de que:

En el día quatro de marzo del año pasado de mil quinientos settenta y dos llegó a esta ciudad, entonzes villa, un peregrino incógnito que dixo llamarse Juan de León, el qual trahía dentro de un arca las dos imágenes del Santo Christo y María de la Soledad, muy devotas; e inspirado del cielo, las dexó y depositó en las cassas y poder de Alonso de Guete y Rivas y Isabel Valanzuela, su mujer, vecinos que fueron de dicha villa y personas de mucha nobleza, intereses y muy caritativos, diciéndoles que les entregaba dichas imágenes con la condición que si no volvía de su romería dentro de seis años, que se contaban desde dicho día quatro de marzo de dicho mil quinientos settenta y dos, que las vendiera, y de su precio, recatase dos cautivos de la tierra de infieles; para que assí se cumpliese su promesa, recibieron las imágenes, y ofrecieron, cumplido el plazo, ponerlas donde estén con decencia y veneración, y rescatar los dos cautivos; se fue el peregrino, y ni ha vuelto ni se ha sabido quién era.

Y que noticiosa dicha iglesia de que dichas prendas estaban depositadas y sin veneración debida, que los seis años se concluían, y que el peregrino no havía vuelto, y los campos y plantas se agostaban y secaban por no llover, determinó dicha iglesia pidirlas, y para ello, embiaron al prior (que entonces no havía deán) y a un canónigo de dicha iglesia, y dixeron a dicho Alonso Guete y Rivas que pues veía los desconsuelos del pueblo por la falta de la agua, y que oraciones y plegarias no eran bastantes a su remedio, se sirbiese entregar dichas imágenes a la colegial, pues ya se cumplían los seis años y el peregrino o romero no havía vuelto, que allí estarían con más veneración y reverencia, obligándose a que si volviese el peregrino dentro dicho /256v./ término, se las entregarían, y pasado, se le daría el precio para el rescate de los dos cautivos. Convino en ello dicho Alonso de Guete y Rivas, y se sacaron en procesión con mucho acompañamiento de danzes, festejos, músicas, castillos de fuegos y de otras alegrías que la devoción ideó, acompañando la procesión los jurados, consejo y plebe, y apenas se colocaron, se experimentaron muchos prodigios: y que al instante llobió con tanta abundancia en Alcañiz y su contorno que los campos se mejoraron, los enfermos se remediaron, los pecadores tubieron alivio y los afligidos consuelo, logrando en hijo y madre cura, alivio, refugio, amparo, remedio, protección, gracia, piedad, clemencia, auxilio y consuelo, frutos colmados, el mejorarse los tiempos y convertirse la esterilidad en abundancia, recibiendo cada día muchos beneficios de sus liberales manos. Y Juan de León no volvió, se rescataron los cautivos, y quedaron colocadas dichas santas imágenes en dicha iglesia. Y que muchos años hacía que los moradores de esta ciudad estaban deseosos de fabricar una capilla sumptuosa a las dichas santas imágenes del Santo Christo y su Santíssima Madre y Virgen de la Soledad, colocadas en dicha iglesia colegial, y que las dio el cielo por medio del dicho Juan de León, peregrino incógnito (como arriba queda dicho). Pero como las conveniencias no llegaban a los deseos de sus corazones, de año en año esperaban el plazo y día señalado por el cielo para el efecto, y estando en esta suspensión y casi en el cenit de sus deseos, el canónigo Trullenque de Zaragoza, e hijo de esta ciudad de Alcañiz, suplicó a la ciudad e iglesia en el año mil seiscientos nobeinta y ocho si le querían hacer donación de la capilla de dichas santas imágenes, que la renobaría y haría más sumptuosa. Viendo, pues, la ciudad e iglesia y muchos vecinos y moradores que se les venía a las manos el logro de sus deseos en aumentar el culto debido a tan santas imágenes, determinaron se le hiciera a dicho canónigo Trullenque donación de dicha capilla; reserbándose la ciudad e iglesia las santas imágenes, por ser las prendas que más estiman y el consuelo de toda la ciudad y sus moradores; y, assí mismo, reserbándose el uso de dicha capilla, para celebrar en ella, las muchas misas y anibersarios que ay fundadas y en adelante se fundaren. Y haviéndose participado esta resolución a dicho canónigo (el qual, decían muchos, no era de tan liberal corazón como pidía el empeño; y no discurrieron mal) respondió (pareciéndole se empeñaba a mucho gasto), dándole su codicia un medio, que fue pidir imposibles; y entre otros, concluyó diciendo que se le havía de hacer donación absoluta de la capilla e imágenes, sin reserba alguna, si querían que hiciera o renobara dicha capilla. Escandalizó tanto esta petición los ánimos de todos, que para no empeñarse a más, no responderle fue la última resolución (obrando en ello cuerdamente), pues nunca un disparate ha llenado todos los ánimos, que lo fue grande el /257r./ pedir las santas imágenes, es constante, pues si bien se considera, ¿cómo podía caber en entendimiento humano que los moradores de esta ciudad se enagenaran de lo que más estiman y estimar deben, del consuelo de sus desconsuelos y de unas prendas tan soberanas como las de Christo y María, que las embió el cielo para puerto y norte de sus necesidades y de la vida eterna?, ¡pues acaso, con quánto vale el mundo se pagaban?, ¡por ventura, tienen precio?. ¡Ea!, vaya con Dios el canónigo Trullenque, quédese para quienes, y en silencio, tan poca atenta resolución. Picados, pues, todos de una petición tan inaudita e inspirados del cielo, creyendo era aviso de lo que debían obrar, determinaron hacer a dichas santas imágenes una capilla sumptuossísima que se debiera y fuera de todos los fieles y moradores de dicha ciudad; y no, de particular alguno.

Comenzáronse a mober los ánimos, encendiéndose la devoción tan generalmente en todos, que no quedó ninguno -grande ni chico- en la ciudad, que no vitorease con festivos aplausos esta propia como justa resolución, sacrificándose con personas y bienes para su feliz efecto. Nombró la ciudad por su parte a don Juan Ardid y don Gerónimo Lax, sus ciudadanos, y la iglesia colegial, al canónigo don Alonso Ram y a mosén Juan Oliver, beneficiado, para que éstos cuidasen de la obra, con las veras y vigilancia debida; todos admitieron el encargo con gusto, que en obra tan del servicio de Dios nadie se debe negar. Empeñados ya en hacer la capilla, luego trataron de buscar un perfectíssimo artífice y maestro de obras, y después de mirado a todas luces bien, hecharon mano de Gaspar Serrano, maestro de obras de la ciudad de Zaragoza y muy perito en el arte; al qual se le dio orden hiciese la planta de la capilla con todo el ornato y magnificencia posible, sin reparar en gasto alguno.

Ya estaba andado todo esto, quando aún no se tenía un dinero para la fábrica. Divulgáronse el empeño y la necesidad; y, para dar principio, ofrecieron, unos, diez escudos; otros, veinte; otros, treinta; otros, cinquenta; otros, ciento; otros, doscientos; otros, quinientos; y otros, mil; y últimamente, ofreció cada uno lo que pudo; y asistir personalmente a trabajar como si fuera obra propia de cada uno. Viendo, pues, el fervor con que todos se aplicaban, se determinó dar principio a la obra, para que no se entiviaran los ánimos.

Asignóse el día dieziséis de nobiembre de dicho año mil seiscientos nobeinta y ocho para sacar las santas imágenes de su capilla y colocarlas, durante la obra, en la del Santísimo Sacramento de dicha iglesia; para cuyo día y tiempo se determinó hacer alguna demostración de fiestas que dictó la devoción, para solemnizar con más plausibles regocixos los que esperaban y esperan siempre recibir de tan santas imágenes. Llegó el día señalado, tan alegre para todos los moradores de esta ciudad, que no cogiendo en sus corazones el alborozo, /257v./ se estendió a todos los pueblos circunvecinos, de donde vinieron a ver mejor luz las santas imágenes, no pocas personas, teniendo a mucha gloria asistir a la celebridad de tan singular fiesta, con vivas esperanzas de merecer lograr alguno de los favores que a todos prometía el cielo con tan agradable obra.

Hízose delante el altar mayor de la colegial un tablado de casi vara y media en alto, vestido de telas ricas; y sobre almoadas de felpa de nácar, se puso la santa imagen del Santo Christo (que por ser crecida, no se puso drecha, por no arriesgar alguna desgracia); y para verla y venerarla mejor, se hizo dicho tablado algo pendiente, en el qual se puso también la Virgen Santíssima de la Soledad; y adornado el tablado y altar mayor con muchas luces, hubo dicho día solemne oficio y sermón, que le predicó el reverendísimo padre fray Miguel de Alcañiz (en el siglo León), religioso capuchino probincial que fue de su orden e hijo natural de esta ciudad, a cuya celebridad concurrió tanta gente que no cogía en la colegial. Por la tarde, después de vísperas, se representó en la plaza mayor un auto sacramental que compuso otro peregrino incógnito al hallazgo de dichas santas imágenes; después hubo luminarias, fuegos bien executados y repique de campanas, en señal de regocixo; y haviendo estado en dicho puesto todo el día, dichas santas imágenes, con mucha asistencia de luces y personas, se colocaron después en dicha capilla del Santíssimo Sacramento para durante la obra. En el siguiente día, que se contaba a diezisiete, se celebraron también los divinos oficios en dicha oficial con toda solemnidad. Y a la tarde se representó la comedia de "El esclavo en grillos de oro"; que assí ésta como el auto antecedente se executaron con acierto y aplauso, haviendo corrido por cuenta de algunos ciudadanos, que los que principalmente se presentaron fueron: el doctor don Joseph Escuín -jurista-, el doctor Diego Salas -médico-, Francisco Alegre, Joseph Lorenzo Arcos, Miguel Joseph Figuera, Pedro Hermenegildo Andreu -notarios-, Alberto Hernández, Diego Gascón, Antonio Benito Arcos; Juan Nuez -pintor-, Antonio Rueda -cirujano- y otras personas al cómico /258r./ aficionadas. Por la noche hubo toros de fuego, soldadescas y luminarias, clamoreando campanas y unibersalmente, en todos, mucho regocixo.

Colocadas ya dichas santas imágenes en el referido puesto, tratóse luego de cortar y traher piedra con carros y galeras para la fábrica; y en vrebes días, se derribó la capilla y se abrieron los fundamentos, conforme permitió el puesto y dio la traza el artífice, sin escusarse a trabajar ninguno -pues apenas hubo eclessiástico ni seglar, grande ni chico, cavallero ni dama que no tuviera a mucha gloria ser jornalero de obra tan de Dios-; y para aumentar esta devoción, concedió el excelentíssimo señor arzobispo de Zaragoza quareinta días de indulgencia a todos los que trabajasen en dicha obra, y fueron pocos los que no la ganaron. Trabajaban ansiosos para descubrir firmes fundamentos, y el cielo los consoló: descubriendo a cosa de doze palmos que aondaron un suelo de peña fuerte y llana a medida del deseo. Y alborozados de tan buena ventura, cantaron en la colegial el "tedeum laudamus", en acción de gracias, repicando las campanas. Con la mayor magnificencia y ornato que pudo y que permitía el puesto, hizo el artífice la planta de la capilla, manifestándola a la ciudad e iglesia; y fue aprobada de todos.

Martes día de San Mathías apóstol, a veinteiquatro de febrero del año mil seiscientos nobeinta y nueve, se puso la primera piedra de dicha capilla; concurriendo, a más de las personas nombradas por la ciudad e iglesia, las más principales y gente infinita. Era pontífice entonzes de la iglesia, Inocencio XII; rey de España, don Carlos segundo; arzobispo de Zaragoza, don antonio Ibáñez de la Riva Herrera; deán de dicha iglesia colegial, el doctor don Sebastián Foz y Blasco; oficial eclesiástico de dicha iglesia, el doctor don Hipólito Portolés; justicia de dicha ciudad, don Miguel Ram de Viu; y jurados, don Agustín Galarreta, Diego Gascón, Ildefonso Pérez y Pedro Magallón.

Puesta ya la primera piedra y dado principio a la fábrica, al paso que se aumentaba la devoción, crecían las limosnas: dando las damas sus joyas, y /258v./ los cavalleros y demás personas, dineros y bienes; volviéndole a Dios, por este medio, los bienes que de sus liberales manos recibieron. Era tan grande el deseo que todos manifestaban de trabajar que viendo sólo lo podía hacer los que tenían carros, galeras y vagages, para contentar a todos, hicieron dos carretones -uno grande y otro pequeño-; con los quales, con sogas y trancas, se empleaban en carrear piedra todos -sin estrañarse a tirar de las sogas desde el mayor al menor-, trayendo muchíssimas carretadas de piedra, que algunas aseguraban pasar de quinientas arrobas, sucediendo con la multitud de tanta gente algunos lançes, que sin patente milagro no escaparan muchos de desgracia, atribuyendo la dicha al amparo de dichas santas imágenes. El toque de una campana avisaba a traher agua a la fábrica y acudían siempre tantas mugeres con cántaros que en vrebe rato probeían de la necesaria. Puesta ya la primera piedra, como se ha dicho, teniendo prevenidos los materiales con abundancia, se llenaron en vrebe los fossos de los cimientos de la capilla y sus sacristías; y dexándolos enjugar algunos días, en el día veinteinueve de mayo de dicho año mil seiscientos nobeinta y nueve se puso sobre lo çimentado la primera piedra labrada, continuando hasta çinco iladas en igualdad del pavimento de la colegial, hasta el día veinteicinco de junio de dicho año que se concluyeron. El pueblo, después de carrear con toda aplicación piedra y materiales, quiso hacer ostensión de su poder y devoción, disponiendo que el primero, segundo y tercero día de mayo del año mil y setecientos se hiciera una conducción general de piedra para la fábrica, corriendo el primer día por cuenta de los vecinos del arrabal, y el segundo y tercero, por los de la ciudad; para cuya execución, se previnieron trompetas, chirimías, caxas, clarines, carretones, carros y galeras, con varios y vistosos geroglíficos y enramadas. Llegaron dichos días, en los quales con unibersal regocixo, aplauso y aplicación se conduxeron materiales y piedra con muchíssima abundancia; y se experimentó un fervor tan sin rienda y un afecto tan sin medida qual de otra fábrica no acuerda la memoria. Aún no eran tocadas las onze de la noche del último día de abril, quando ya las caxas convocaban gente por toda la ciudad y ya el carretón ruaba por las calles con piedra, continuando incesantemente hasta la hora de la entrada general, que fue a cosa de las nueve de la mañana, la qual se executó en esta forma:

/259r./ Iba primero el corredor Juan de la Sierra, bien vestido, en un rocinante trotón, tocando la trompeta; luego, dos botargas con caxas; después se seguían tres sacerdotes a cavallo -el uno con un Santo Christo por guía y los dos acompañándoles-; tras éstos, el carretón grande con más de quinientas arrobas de piedra, que lo tiraban con sogas infinita gente de todos estados y calidad, todo vestido de iedra y geroglíficos; después, una galera bien enramada, y en ella, los músicos con chirimías; luego, el carretoncillo pequeño con piedra, que lo tiraban los muchachos; y últimamente, muchos carros y galeras enramados con iedra. El segundo día se hizo la misma entrada, sólo que acompañaban el Santo Christo quatro mozos vestidos de negro con hachas blancas encendidas. A ver estas entradas concurrió toda la ciudad; y como si fuera una fiesta de toros estaba toda la plaza y ventanas, llenas de gente, exalando regocixos y aplausos. Admi¬rando el fervor y asistencia, y a no romperse una rueda del carretón, no hubiera sido menos el tercero día -que es de la cruz, en reverencia del Señor Crucificado-. Sucediendo en estos días muchos prodigios y milagros, que no se refieren aquí por no alargar esta escritura.

Y conducidos los materiales y labradas muchas piedras, de día en día se estaba esperando a Gaspar Serrano, maesto de la obra, para hechar las líneas y dar principio a ella. Y haviendo venido a esta ciudad en el día de la Ascensión del Señor, a veinte de mayo de dicho año mil y setecientos, después de haverla delineado, se dio principio a asentar las piedras primeras funda-mentales de las que se componen y hermosean la capilla. Y haviendo continuado en sentar piedra y adelantar la fábrica quanto se pudo, cesó por los contratiempos de las guerras, aloxamientos de soldados, pagamentos y otras cargas que a los vecinos se les hechaba, por cuyos motivos no daban tan crecidas las limosnas como pidía una obra tan sumptuosas, aunque los deseos fervorosos de todos los vecinos y moradores de esta ciudad eran tan grandes de adelantar y ver concluida dicha fábrica.

En esta suspensión de fábrica por muerte del dicho doctor don Sebastián Foz y Blasco, deán que fue de dicha iglesia, por los primeros del año mil setecientos dieziocho, vino de Roma el doctor don Joseph Thomás y Fuertes con la dignidad de deán de esta dicha iglesia colegial (que oy dignamente posehe); el qual, queriendo volver a Dios y a su iglesia lo que havía recibido como cabeza de ella, gastó en el culto y adorno de ella muchos caudales, haciendo fabricar dos cuerpos de plata: el uno de San Joseph, que tendrá vara y media en alto, y el otro del Niño Jesús, de unos tres palmos en alto, que da la mano a San Joseph. Que el coste de plata y manos serán: San Joseph de ochocientas nobeinta y seis libras jaquesas, /259v./ y el Niño de quatrocientas quareinta y ocho libras jaquesas. Y hechos dichos dos cuerpos de plata en la ciudad de Zaragoza por un platero llamado Joseph Godo, muy perito, lo traxeron a esta ciudad; y al llegar a ella, hubo repique de campanas y muchos tiros; y puestos en las casas de la propia morada de dicho señor deán con muchas luces y veneración, mostrándolos a quantos quisieron verlos, se dispuso colocarlos en dicha iglesia colegial; y para ello, salió de ella todo el cabildo y clero con cruz levantada, acólitos, terno y capa plubial, con mucho concurso de gente de todos estados y sexos, y se encaminaron en procesión a las casas de dicho señor deán, donde estaban los dos cuerpos de plata del Niño y San Joseph puestos en una peana (que ya muy de antemano, el dicho señor deán les havía hecho haçer para este fin); y tomada dicha peana, y puesta en hombros de sacerdotes, se llebaron en procesión, dando vuelta a la iglesia, con mucho repique de campanas, salvas de tiros que a trechos se iban disparando y cantando el "tedeum laudamus"; con mucho alborozo y alegría de todos, se colocaron en dicha iglesia, haciendo dicho señor deán (con su pecho generoso, liberal y magnánimo) donación graciosa, desde luego, a dicha iglesia de dichos dos cuerpos de plata (los que se pusieron por entonzes en un almario de la sacristía para que estubiesen bien custodidos). Estaba de gozo tan lleno, el dicho señor deán, que rebosaba en lágrimas su corazón, y pareciéndole que dichos cuerpos de plata no estaban bien cerrados en la sacristía, donde no tenían la veneración debida, y para que estubiesen con más decencia, su celoso deseo de emplear su renta en su iglesia y culto debido a tan ricas y hermosas prendas y de tanto valor, continuando su fervorosa devoción, mandó luego hacer otro cuerpo de plata de la Virgen, desposada con San Joseph, de igual altura, plata y manos que la de su esposo; y para que estas hechuras estubiesen con más decencia y los fieles pudiesen venerarlas, determinó que se hiciese luego un retablo nuebo con nicho capaz para estar los tres cuerpos de plata, y ponerlo en una capilla de dicha iglesia llamada de la Trinidad (que era capilla de los canónigos). Y hecha dicha determinación se trabajaron con toda vrebedad la Virgen y dicho retablo; y concluido éste y puesto en dicha capilla no sosegó su celo hasta que lo hizo dorar, blanquear y pintar la capilla, hechar pavimen- /260r./ to de ladrillo, componer la sacristía, poner calaxes nuebos y una puerta muy rica. Y hecho todo esto, se colocaron en dicho nicho los tres cuerpos de plata, cediendo también voluntariamente a dicha iglesia el cuerpo de plata de la Virgen, que le costó de plata y manos ochocientas nobeinta y seis libras jaquesas; el retablo de madera, manos y dorarlo le costaron settecientas libras jaquesas; en cuyo retablo se conservan y guardan dichos tres cuerpos de plata, con un quadro -pintadas en él las tres imágenes de la Virgen, el Niño y San Joseph- que en algunos días del año se descubre para que los fieles las veneren, y en otros se sacan y ponen en el altar mayor de dicha iglesia.

Hechos los tres cuerpos de plata, colocados en la casa y nicho del retablo que hizo fabricar, y entregados a dicha iglesia, se hallaba dicho señor deán discursivo y embarazado con lo que le sobraba de su renta, porque su deseo sólo era emplearla en el culto divino y en lucimiento y gloria de Christo y su Madre Santíssima, le movieron éstos un deseo tan eficaz y activo de contribuir para la continuación de la fábrica del Santo Christo y su Madre Santísima de la Soledad que por falta de bastantes medios no se proseguía sin embargo de que todos los años se hacían sus llegas y limosnas a las cosechas del trigo y del azeite, y los vecinos se animaban a dar limosnas y contribuir con sus personas, carros, galeras y vagages, conduciendo piedra, ladrillo y demás materiales a la fábrica, deseosos de verla concluida y ver en su casa a dichas santas imágenes. Empezó dicho señor deán a contribuir para dicha fábrica con sus limosnas, dando como ha dado por muchos años a sesenta, setenta y a ochenta libras jaquesas en cada un año, animando a todos con su exemplo para su conclusión, no parando su devoción y çelo hasta que la vio concluida de lo que respecta a yeso y ladrillo, puesta su cruz muy hermosa -que la fabricó Alberto Jordán, maestro cerrajero y escopetero, vecino de dicha ciudad- y todo lo exterior de ella; atribuyendo su adelantamiento y conclusión, en mucha parte, el celo y limosnas de dicho señor deán. Concluida dicha fábrica, determinó pintarla por dentro, y para ello, hechó mano de Francisco Plano, pintor muy diestro de prespectiva de lo mejor de Zaragoza y aún de muchos reinos; y hecho el dibuxo del modo de pintarla, pareció en su vista bien a todos y a dicho señor deán, el qual ajustó dicha pintura en quinientas libras jaquesas, que le daría dicho señor deán. Puso mano dicho pintor luego en compañía de Phelipe Plano, su hijo, que aunque dicho pintor tiene settenta y dos años de hedad y su destreza y havilidad es grande, entre padre e hijo han adelantado tanto la pintura que no han parado hasta darle fin sino es el tiempo necesario para enjugarse. Mientras se pintaba la dicha capilla, mandó hacer y poner, dicho señor deán, ocho vidrieras a Joseph Dueñas, de Zaragoza, para quatro ventanas del cimborrio de dicha capilla, con todas las insignias de la pasión, y las otras quatro, para la linterna; las que executó dicho oficial con todo acierto y primor del arte. Se ajustaron en ciento y veinte libras jaquesas; y las ciento y diez restantes, la liberal mano de dicho señor deán las pagó de contado. Inspirado tal vez del cielo, instó ansioso dicho señor deán a los pintores adelantasen la pintura todo lo posible, porque aunque no estubiese concluida, se habían de colocar sin falta alguna las santas imágenes en su capilla para el día dieziséis de nobiembre de este corriente /260v./ año de mil setecientos y treinta y dos. Ofrecieron los pintores que para ese día tendrían su pintura si no concluida en postura, que se podrían colocar, aunque les quedase algo que retocar y repasar. Al mismo tiempo, conduxeron los vecinos y moradores de esta ciudad mucha piedra de especie y calidad selecta, llamada piedra de cal, para el pabimento de dicha capilla; ocupándose muchos oficiales en labrar las piedras, y otros, en sentarlas; y hubo días que trabajaron dieziséis y dieziocho oficiales canteros, sin muchos peones (que se ocupaban en conducir las piedras labradas y ayudar a sentarlas); todo a fin de que para dicho día dieziséis de nobiembre había de estar todo concluido. Porque era tal el deseo de dicho señor deán e impulso interior que tenía que prorrumpió diciendo que si para dicho día no se colocaban dichas santas imágenes en su capilla, se arriesgaría su salud -tal era su fervor y celo-. Al fin, los pintores y canteros trabajaron todos infatigablemente para que dicho señor deán (que costeaba salarios de pintores y canteros) tubiese su gozo cumplido, juntamente con todos sus vecinos y moradores de dicha ciudad, que deseaban con tanta ansia ver en su capilla a dichas santas imágenes, que treinta y quatro años hacía estaban fuera de su casa. Concluido el pavimento y pintura, quedó la capilla tan hermosa, tan espaciosa, reverente y clara, que es una maravilla; asegurando todos, naturales y estrangeros, que en línea de capilla, no la ay en España otra, no sólo que la exceda pero si aún que la iguale. Llegó el día quinze del mes de nobiembre, y por la mañana, después de nona, el dicho señor deán (teniendo para ello comisión) vendixo la capilla nueba con aquellas oraciones y vendiciones acostumbradas, con la asistencia de todo el cabildo y clero, ayuntamiento de los señores correxidores y rexidores de dicha ciudad y mucho concurso de gente, que al oir repicar las campanas, se llenó la iglesia, sin embargo de que llobía muy bien; por la tarde hubo en la colegial vísperas y completas solemnes; a la noche, luminarias y tiros -assí en la torre de la iglesia como por toda la ciudad-, y repique de campanas en señal de regocixo y gozo que todos tenían. A cosa de las diez de la noche se sacaron las santas imágenes de la capilla de San Gregorio, adonde se havían trasladado últimamente; y esto con muchas luçes y acompañamiento de sacerdotes y personas devotas; y trasladaron a su capilla y casa nueba, y en el centro de ella se hizo un tablado de casi vara y media en alto, algo pendiente, vestido de telas ricas de espolín, y sobre almoadones de felpa de nácar se puso la imagen del Santo Christo y a su lado drecho se puso también la imagen de la Virgen de la Soledad, y sobre las santas imágenes se puso un dosel en el aire, pendiente de quatro cordones (que es dosel /261r./ que el difundo mosén Pedro Mauleón, natural de esta ciudad, hizo hacer a su costa para la Virgen de la Soledad quando se sacaba los viernes santos en procesión) con muchos blandones y luces, asistiendo a sus horas dos señores canónigos y dos beneficiados para que los fieles adorasen los pies a dichas santas imágenes; y, para que no se atropellasen y arriesgasen dichas santas imágenes, se pusieron a la entrada de la capilla dos vancos cruzados, dexando un portillo para que entrasen con orden a adorar los pies con toda veneración y se saliesen por la sacristía nueba que se comunica a la capilla de Santíssimo Sacramento. Estubieron todo el día dieziséis, con mucho concurso de gente, recibiendo todos mucho consuelo y gozo de adorar los pies y manos a nuestro criador y redemptor, que colocado en su capilla, no queda la esperanza de volverlo a lograr hasta en la gloria. Por la mañana, a hora de misa mayor, se pasó claustro, cantando el "tedeum laudamus"; después cantó la misa combentual el canónigo don Francisco Montañés, de hedad de ochenta y ocho años, como canónigo más antiguo de dicha iglesia; en el altar mayor, hubo solemne oficio y sermón, que le predicó con toda alma, estudio, espíritu y moción el dicho señor doctor don Joseph Thomás y Fuertes, deán de dicha iglesia, verdad que contestan la idea de su panegiris tan natural, acomodada y propia, los pensamientos tan elevados, los reparos tan vivos, los conceptos tan agudos, los asunptos tam bien desempeñados, las bozes tan castizas y las claúsulas no menos afectuosas que elegantes; conociéndose con evidencia que de la redundancia de su magnánimo y piadoso pecho oraba la lengua, formando de partes etherogéneas un todo armónico y perfecto; y finalmente, venciendo el imposible que en este modo de orar halló la discreción de Oracio, es a saber: unir lo claro con lo conciso (esta grave dificultad se vio superada en esta oración panegírica). Asistiendo a dicha celebridad mucha gente y eclesiásticos religiosos a adorar los pies a dichas santas imágenes y a oir al predicador. Y a prima noche se colocaron en su capilla y casa, donde han de permanecer; quedando por capellán de dicha capilla, don Franco Escuín, canónigo de los antiguos de dicha iglesia, en cumplimiento de una oferta que su madre hizo a dichas santas imágenes, de que su hijo Franco serbiría un año de monacillo en dicha capilla, en agradecimiento de haverle curado una rotura que padecía, y fue el caso: estando quebrado, vivía con mucha molestia, dolor y trabajo, pidió a dichas santas imágenes con firme esperanza para que le sanaran la quebradura, que más quería verlo con tercianas estar malo muchos días que no assí; y hecha la súplica, en un día se le cayeron los cinteros por cinco veçes, y al instante le dio el frío y calentura de la terciana, quedó libre y sano; y por no haver cumplido dicha oferta siendo niño, la cumple aora siendo canónigo y sacerdote.

Y dichas santas imágenes han manifestado haver sido dicha fábrica tan de su agrado y serbicio que lo han manifestado patentemente, pues la noche antecedente del día quinze empezó a llober en tanta abundancia que llobió casi todo el día y a la noche, y dicho día dieziséis con su noche, en tanta abundancia que ha sido la bastantíssima para acabar de sembrar, viniendo esta agua después de estar muchos días y semanas antes manifestando /261v./ las nubes agua, y como no convenía por entonzes, se desvanecían en medio que se necesitaba de agua para los sembrados y acabar de sembrar. Pero, ¡oh bondad divina!, no quisieron dichas santas imágenes darnos esse consuelo hasta el día antes de su traslación y colocación en su capilla, para manifestar sus prodigios y socorros tan continuados como cada día recibe esta ciudad general y particularmente de su liberales influencias y espera recibir en adelante. Pero mayor prodigio o providencia divina (sin que se pueda llamar acaso) ha sido que en el día dieziséis de nobiembre, por la noche, del año mil seiscientos nobeinta y ocho se sacaron de la capilla vieja las dichas santas imágenes para hacerles nueba capilla; y en día dieziséis de nobiembre, también por la noche, de este corriente año de mil setecientos y treinta y dos se han vuelto a trasladar y colocar a su nueba casa y sitio. Quieran sus magestades estar por muchos años para que los vecinos y moradores de esta ciudad de Alcañiz las veneren y se gozen tener unas prendas tan soberanas, de quienes esperan todos sus devotos en general y en particular todo socorro, protección, alivio y consuelo, hasta lograr la dicha de verlas por eternidades en la gloria ex quibus etc., fiat large etc.

Testes, Antonio Vicente Arcos, estudiante, y Luis Mirón, labrador, vecinos y havitadores de la ciudad de Alcañiz.

Arcos, notario (firma)
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